Comic Review | Superman Earth One: un viaje sin retorno

ciufu

Super Administrador

Discrepan conmigo quienes consideran que una obra creativa debe evaluarse sólo por su contenido en si. Es imposible obviar el contexto en que se entrega un producto terminado: la obra en si comienza desde su gestación misma, cuando el proyecto se hace público, pues de ese mismo instante debe hacerse cargo de la expectativa. No genera el mismo ruido el escrito primerizo de un autor novato que la última entrega de un director consagrado, ni se juzgará igual un remake a una obra original. Porque una obra que apela a referentes conocidos por su público, se vincula a un autor reconocido, promete en su anuncio cumplir con ciertas frases marketeras y se vende o distribuye sobre ese soporte, carga con ellos en el éxito y en el fracaso. No es justo desligarse de ellos si no se es capaz de balancearlos: quien bebe alcohol se hace cargo de su resaca. Por todo ello, es que este autor tiene toda la voluntad de proclamar que Superman: Earth One es un fracaso.

La anunciada novela gráfica escrita por Joe Michael Straczinsky y dibujada por Shane Davis promete ser la punta de lanza del intento por parte de DC Entertainment de abrir un espacio entre públicos más exigentes. Respondiendo a tendencias de mercado entre un público que prefiere tomar distancia del comic-book, la continuidad, las franquicias y todo ese aire mas “juvenil”, Superman: Earth One es una historia unitaria, original y autoconclusiva. Una novela gráfica en lo formal, que intenta coger el universo conocido del Hombre de Acero y acercarlo a nuevos públicos. Más exigentes, más adultos, más snobs… la enumeración de adjetivos no es al azar y es parte esencial de la crítica.

¿Qué se podía esperar de una idea atractiva en el papel? Una actualización del mito conocido. JMS (como se conoce al autor por las iniciales de su nombre) responde a ello en lo formal, o eso piensa, presentando a un Clark Kent / Superman en la veintena, algo inseguro de su vocación, en pasos previos a convertirse en la leyenda inspiradora que es. Un Superman para lectores nóveles, más cercano y juvenil, pero que falla al ser un personaje poco empático, que actúa a sabiendas de sus capacidades pero incoherentemente exterioriza una melancolía que no viene al caso. ¿Puede andar lloriqueando al viento un veinteañero bien parecido, si al mismo tiempo es capaz de arrastrar por solo a todo un equipo de fútbol americano, o resolver en un minuto una serie de ecuaciones que científicos top llevan cuatro años validando?
Es imposible avanzar en la lectura de casi 140 páginas sin pensar que JMS ha cometido el pecado de no querer arriesgarse a pesar del soporte que se le ha proporcionado. No es algo novedoso en el autor, dotado siempre de ideas originales y una pluma generosa para los diálogos (pienso en Thor o en Spider-man con Romita Jr.), pero asimismo como abre la puerta, suele huir por la ventana al primer cambio de aire (pienso en las mismas series que recién mencioné). JMS prolonga su imagen de “autor coitus-interruptus” al insinuar una renovación cosmética que, fuera de renunciar al traje y corbata, se queda en lo mismo de siempre. Este Superboy (que no sólo por la edad, sino por la inmadurez) sigue anclado a los valores campesinos de la “América Profunda”, elige vivir una fachada que lo acerca a la humanidad, asume su mesianismo sin cuestionárselo mayormente, cree en el periodismo como una cruzada por la verdad. Y aunque esto último no es reprochable, pues son elementos que han configurado la leyenda por siete décadas, se esperaba que fueran puestos en perspectiva. Sólo un ejemplo ¿es aún vanguardista un periodismo ligado sólo al papel, con toda la nobleza de la vieja escuela de la década de 1940? A JMS parecen traicionarlo los años y en general nos entrega un Superman “moderno” pero atemporal, que se ve igual en 1990 que en 2010.

Los secundarios están absolutamente planos y los villanos ocultan un secreto ligado al origen de Kal-El que, de tan tópico, es absolutamente demodé. Es evidente que no quisieron incluir a ningún clásico, pero tampoco se esmeraron en que este primer enemigo fuese de algún tonelaje. En novelas baratas de sci-fi se encuentra más sustancia. A todo lo anterior, el dibujo retratista de Shane Davis no ayuda en nada. El tipo maneja torpemente la pluma y su concepción anatómica rivaliza con lo peor del primer Kevin Maguire. El punto es que Maguire al menos compensaba ese trazo de brazos cortos y proporciones dañadas por el cretinismo con las mejores expresiones faciales que el cómic gringo haya visto. Davis, en cambio, entrega una sucesión de retratos plásticos que retan todo dinamismo a la narrativa. El cómic no es un portafolio, es una historia narrada secuencialmente. Secuencialmente, my friend. Don’t forget it.
No quiero extenderme en cuanto al nuevo peinado de Superman o ciertas posturas que brotan de la pluma de Davis, especialmente en la primera aparición del Clark Kent más clásico. Acusaciones de homofobia y prejuicios contra las tribus emo de todo tipo caerán de seguro. Sólo diré que si ninguno de estos cambios se hubieran aplicado, la historia no habría ganado ni perdido, porque lo verdaderamente anodino del relato de JMS está en lo extenso, lato e innecesario de sus diálogos. En secuencias continuas narradas casi en tiempo real, pues el relato prácticamente no pasa de 24 horas, hay kilómetros y kilómetros de frases tipeadas sobre las viñetas. Hay veces en que Superman debe querer darse un tiro por la cantidad de palabrería que está obligado a escuchar, como si llevara un ipod cargado con libros de autoayuda sobre el mesianismo. Quizá sea esa la fuente de su melancolía emo, pero esta frase es un chiste y ustedes ya saben por qué.

Dije que no era posible juzgar a una obra fuera de su contexto y lo sostengo. Si por defender Earth One olvido todo lo que conozco sobre Superman y sobre JMS, me encuentro con la misma novela insulsa, distante y sin emoción que acabo de reseñar. Y cuando recuerdo que es una historia de Superman, el desprecio se hace simplemente imperdonable.
 
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