Cristina y los tragos de su propia medicina
Por Lucrecia Bullrich
De la Redacción de lanacion.com
Noticias de Política: anterior | siguiente
FOTO
Cristina Kirchner, en España Foto: Archivo
Las quejas por el "doble estándar" fueron una constante de los discursos de Cristina Kirchner en España. Apeló a esa figura una y otra vez para pedir coherencia e igualdad de trato entre los países del Mercosur y los de la Unión Europea.
"No puede haber un doble estándar en materia ambiental, en materia nuclear, ni en materia de proteccionismo, porque estos dobles estándares van generando un mundo con cada vez más contradicciones y conflictividades", planteó la Presidenta ante los mandatarios que participaron de la cumbre madrileña.
Pasado el fragor de la visita oficial a España, detener la mirada en la idea de "doble estándar" y, sobre todo, en el hecho de que Cristina Kirchner la haya utilizado con insistencia, deja al descubierto una contradicción tan evidente como elocuente: la Presidenta condenó en el exterior la misma falta de coherencia, el mismo abismo entre decir y hacer, que, sin ruborizarse, aplica puertas adentro.
La queja por el doble estándar, que encierra una forma de doble discurso, coincidió con algunos posicionamientos ambiguos ejercidos por la propia jefa del Estado.
La contradicción que la propia jefa del Estado construyó alrededor del proteccionismo es sin duda la más fuerte, tal vez porque no admitió matices. La cercanía en el tiempo entre la salida a la luz de los planes de Guillermo Moreno para frenar el ingreso de alimentos y la cerrada negativa de la Presidenta ante los micrófonos españoles sólo reforzó la falta de claridad alrededor del tema, rayana con el engaño.
Así, mientras la Presidenta pedía una "revisión profunda" del proteccionismo "en todas sus formas" y negaba la aplicación de límites a la producción extranjera, la más nueva aventura del secretario de Comercio Interior gozaba de perfecta salud: anteayer, choferes de camiones con choclo enlatado, galletitas y golosinas escuchaban las explicaciones oficiales varados en Paso de los Libres.
Cristina Kirchner volvió a llevar su reclamo por las Malvinas a una cumbre con sus pares del mundo. Antes del fuerte entredicho con Gran Bretaña, repudió la aplicación de un "doble estándar" en derecho internacional y, en particular, cuestionó que el Reino Unido no cumpla con una resolución sobre descolonización dictada por la ONU en 1965. Enérgica, pidió que las discusiones sobre soberanía no quedaran presas de la doble vara con la que, según denunció, se juzga a Londres.
Pocas horas después de repetir la queja, histórica, atendible y sostenida por gobiernos que la antecedieron, Cristina Kirchner hizo una visita al suspendido juez Baltasar Garzón. El apretón de manos no tardó en generar polémica. La Presidenta reivindicó su defensa del juez amparada en que el debate sobre las violaciones de los derechos humanos debe ser universal. Es cierto que el de la territorialidad y el juzgamiento de los delitos de lesa humanidad es un debate candente y polémico.
También es cierto que a Garzón lo suspendió un tribunal español y que fue suspendido por una causa ligada a víctimas del franquismo, pero también por un expediente que investiga órdenes aparentemente ilegales para realizar escuchas telefónicas a dirigentes del Partido Popular.
Frente a este panorama aparece otra contradicción: la que enfrenta el pedido presidencial de respeto a las disposiciones del derecho internacional y lo que puede interpretarse como una intromisión en asuntos internos de España.
El "doble estándar" en su versión criolla registra variantes que no salieron a la luz esta semana, pero que forman parte del paisaje nacional ya hace años y dejan en evidencia que la distancia entre el decir y el hacer tiene historia.
La primera es la que ubica en veredas separadas por un abismo el discurso oficial sobre la lucha contra la pobreza y la incontrastable realidad del falseamiento de las estadísticas oficiales que, entre otros muchos efectos, permite "ocultar" nuevos pobres. Invocar el progresismo para hablar de erradicar la pobreza y no hacer nada para que el Indec deje de publicar cifras que no reflejan la realidad es la manera tal vez más eficaz de mantener el statu quo.
Más lejos en el tiempo aflora la contradicción entre quejarse por la supuesta falta de jueces independientes y sostener un Consejo de la Magistratura donde difícilmente se puede dar un paso (en favor o en contra) de la conducta de un juez sin el visto bueno del kirchnerismo.
Parece claro. El defenestrado doble estándar internacional tiene profunda raigambre en estas tierras.
Por Lucrecia Bullrich
De la Redacción de lanacion.com
Noticias de Política: anterior | siguiente
FOTO
Cristina Kirchner, en España Foto: Archivo
Las quejas por el "doble estándar" fueron una constante de los discursos de Cristina Kirchner en España. Apeló a esa figura una y otra vez para pedir coherencia e igualdad de trato entre los países del Mercosur y los de la Unión Europea.
"No puede haber un doble estándar en materia ambiental, en materia nuclear, ni en materia de proteccionismo, porque estos dobles estándares van generando un mundo con cada vez más contradicciones y conflictividades", planteó la Presidenta ante los mandatarios que participaron de la cumbre madrileña.
Pasado el fragor de la visita oficial a España, detener la mirada en la idea de "doble estándar" y, sobre todo, en el hecho de que Cristina Kirchner la haya utilizado con insistencia, deja al descubierto una contradicción tan evidente como elocuente: la Presidenta condenó en el exterior la misma falta de coherencia, el mismo abismo entre decir y hacer, que, sin ruborizarse, aplica puertas adentro.
La queja por el doble estándar, que encierra una forma de doble discurso, coincidió con algunos posicionamientos ambiguos ejercidos por la propia jefa del Estado.
La contradicción que la propia jefa del Estado construyó alrededor del proteccionismo es sin duda la más fuerte, tal vez porque no admitió matices. La cercanía en el tiempo entre la salida a la luz de los planes de Guillermo Moreno para frenar el ingreso de alimentos y la cerrada negativa de la Presidenta ante los micrófonos españoles sólo reforzó la falta de claridad alrededor del tema, rayana con el engaño.
Así, mientras la Presidenta pedía una "revisión profunda" del proteccionismo "en todas sus formas" y negaba la aplicación de límites a la producción extranjera, la más nueva aventura del secretario de Comercio Interior gozaba de perfecta salud: anteayer, choferes de camiones con choclo enlatado, galletitas y golosinas escuchaban las explicaciones oficiales varados en Paso de los Libres.
Cristina Kirchner volvió a llevar su reclamo por las Malvinas a una cumbre con sus pares del mundo. Antes del fuerte entredicho con Gran Bretaña, repudió la aplicación de un "doble estándar" en derecho internacional y, en particular, cuestionó que el Reino Unido no cumpla con una resolución sobre descolonización dictada por la ONU en 1965. Enérgica, pidió que las discusiones sobre soberanía no quedaran presas de la doble vara con la que, según denunció, se juzga a Londres.
Pocas horas después de repetir la queja, histórica, atendible y sostenida por gobiernos que la antecedieron, Cristina Kirchner hizo una visita al suspendido juez Baltasar Garzón. El apretón de manos no tardó en generar polémica. La Presidenta reivindicó su defensa del juez amparada en que el debate sobre las violaciones de los derechos humanos debe ser universal. Es cierto que el de la territorialidad y el juzgamiento de los delitos de lesa humanidad es un debate candente y polémico.
También es cierto que a Garzón lo suspendió un tribunal español y que fue suspendido por una causa ligada a víctimas del franquismo, pero también por un expediente que investiga órdenes aparentemente ilegales para realizar escuchas telefónicas a dirigentes del Partido Popular.
Frente a este panorama aparece otra contradicción: la que enfrenta el pedido presidencial de respeto a las disposiciones del derecho internacional y lo que puede interpretarse como una intromisión en asuntos internos de España.
El "doble estándar" en su versión criolla registra variantes que no salieron a la luz esta semana, pero que forman parte del paisaje nacional ya hace años y dejan en evidencia que la distancia entre el decir y el hacer tiene historia.
La primera es la que ubica en veredas separadas por un abismo el discurso oficial sobre la lucha contra la pobreza y la incontrastable realidad del falseamiento de las estadísticas oficiales que, entre otros muchos efectos, permite "ocultar" nuevos pobres. Invocar el progresismo para hablar de erradicar la pobreza y no hacer nada para que el Indec deje de publicar cifras que no reflejan la realidad es la manera tal vez más eficaz de mantener el statu quo.
Más lejos en el tiempo aflora la contradicción entre quejarse por la supuesta falta de jueces independientes y sostener un Consejo de la Magistratura donde difícilmente se puede dar un paso (en favor o en contra) de la conducta de un juez sin el visto bueno del kirchnerismo.
Parece claro. El defenestrado doble estándar internacional tiene profunda raigambre en estas tierras.