Cuando la anorexia no es sólo un mal femenino

Gise

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Se llama Pablo y sufrió una enfermedad que muchos identifican con las mujeres
Durante años se creyó que se trataba de un mal estrictamente femenino, que se extendió y agudizó por el mandato de la imagen. Pero no. Ellos también lo padecieron.

Pablo tiene 26 años y es instructor en musculación, personal trainer y nutricionista deportivo. Tal vez por aquel pasado que lo marcó y del que aún tiene un vivo recuerdo.

"El sobrepeso siempre fue un karma para mí",dice en el preámbulo de la conversación para luego introducirse en un crudo relato de una enfermedad que lamentablemente está de moda, fogoneada por la imagen del mundo de la moda y que hace estragos entre las modelos, con dos muertes recientes en las pasarelas de Brasil.
"La procesión iba por dentro, no lo exteriorizaba pero me trastornaba", dice y recuerda su traumático quinto año.

"Me acuerdo que me fui a pesar y cuando vi lo que pesaba, (por lo mucho, pero no precisa cuanto) me desesperé. Sin darme cuenta, empecé con las dietas, muy severas y también con hiperactividad física. Y así con el tiempo se me fueron pasando los días, meses y fui logrando mi cometido", relata.

Su voz suena aliviada, como alguien que conoció el infierno pero a fuerza de un esfuerzo máximo logró atravesarlo. Aunque como todo aquel que cayó, sabe que el camino de regreso es largo y con posibles desvíos, a los que hay que estar atentos.

"Acá en casa no se daban cuenta. Al verme bajar de peso pensaban que era lo adecuado. Bajé 40 kilos en 4 meses. Es el número del que tengo conciencia, pero seguí bajando", dice.

Pablo tenía 17 años y en esa época medía 1,75 mts y llegó a pesar 55 kilos.

"Hacía todo lo posible por no comer". Ese era su mandamiento principal en una época oscura.

"No podía dejar de pensar en eso, en que estaba gordo. Además, está el tema de la adolescencia. Uno quiere relacionarse y bueno, eso contribuyó a profundizar la enfermedad", explicó.

Cada kilo menos, que él creía un triunfo, tenía un terrible costo orgánico.

"Comencé con desmayos, empezaba a tener mareos y caídas me levantaba de la cama y me caía. No tenia fuerzas para mantenerme de pie", relata.

Incluso llegó a dejar el colegio. "Dejé en quinto año, faltaba un mes para irme de viaje de egresados. No me importaba nada, lo dejé lo único que me importaba era ser flaco".

En este sentido, apunta los abruptos cambios en los hábitos de su alimentación. "Siempre evitaba la hora de la comida, pasé muchos días sin directamente comer. Iba al gimnasio, corría, sólo quería perder peso", explicó y agregó que llegó a estudiar las calorías de lo que compraba en caso de que fuera al supermercado.

"Vivía a lechuga, tomate, zapallo, pollo". Un menú saludable, si es acampañado por una dieta debidamente equilibrada, para reponer los gastos de una intensa actividad física.

Los primeros en prender la alarma fueron sus padres. "Fueron mis padres que levantaron las sospechas al detectar los síntomas físicos. Los desmayos, con bradicardia (cuando el ritmo cardíaco es más lento que el habitual), y la presión muy baja" dijo.

Llegó a estar internado en terapia intensiva. "Estuve tres días en la Clínica de la Trinidad. Fue la peor etapa". Pero a partir de ahí arrancó la recuperación.

Recuerda que todas las alertas rojas se activaron definitivamente una tarde cuando miraban un programa de Mirtha Legrand.

El diagnóstico preciso lo dio una de las invitadas a los tradicionales almuerzo: la doctora Mabel Bello, fundadora de la Asociación de Lucha contra la Bulimia y Anorexia.

Fue en esa época que comenzó el tratamiento con intensiva frecuencia, en ALUBA. También fue clave para el sostenimiento de la terapia el cuidado de sus padres.

"Está demostrado que la anorexia no es un mal de género y se necesita ayuda terapéutica para salir. Es una enfermedad que es muy torturante llevarla sola. Además tiene consecuencias muy graves. Hay que pedir ayuda sí o sí porque de esto solo no se sale", concluyó.
 
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