En el invierno de 1980, dieciséis pescadores daneses fueron rescatados después de pasar una hora y media en aguas del Mar del Norte. Todos ellos caminaron por su propio pie por la cubierta del barco, charlaron con sus rescatadores y bajaron a tomar una bebida caliente. A los pocos minutos, los dieciséis hombres cayeron súbitamente muertos.
Los médicos especializados en hipotermia conocen el fenómeno como el “shock de recalentamiento”. Se produce cuando la sangre que se había quedado fría pasa demasiado rápido al interior del cuerpo. En los casos más graves, la única salvación es sacar la sangre del paciente, calentarla y volverla a introducir en el organismo. Entre los expertos se resume con un viejo dicho: “no estás muerto hasta que estás caliente y muerto”.
Los especialistas también conocen otros fenómenos curiosos relacionados con el frío, como las alucinaciones de los escaladores o las personas que aparecen desnudas en la nieve y lucharon por quitarse la ropa hasta el último momento. Antes de morir, les asaltó un calor insoportable provocado por la dilatación de los vasos periféricos, que trataban de retener el calor.
Pero lo que mejor han aprendido los expertos es que el frío difumina la fina barrera que separa la vida y la muerte. Desde el punto de vista de la Física, el frío no es más que inactividad, o mejor dicho, ralentización del movimiento. Si alcanzáramos el cero absoluto, la actividad atómica cesaría por completo y no habría movimiento alguno. Aunque estamos hablando de bajar solo unos grados, esta ralentización del metabolismo podría explicar los casos de personas que sobreviven a pesar de haber estado congeladas y aparentemente muertas durante horas. Su actividad metabólica se ha reducido hasta niveles tan extremos que un mínimo consumo de oxígeno les permite sobrevivir.
“Hace diez años”, explica el bioquímico Mark Roth, “una esquiadora noruega quedó atrapada en una cascada de hielo y permaneció allí durante dos horas hasta que la pudieron sacar. Estaba extremadamente fría y su corazón no latía. Todo indicaba que había muerto congelada. Siete horas más tarde su corazón seguía sin latir, pero lograron revivirla y [con el tiempo] se convirtió en la radióloga del hospital que la salvó”.
En el invierno de 1980, dieciséis pescadores daneses fueron rescatados después de pasar una hora y media en aguas del Mar del Norte. Todos ellos caminaron por su propio pie por la cubierta del barco, charlaron con sus rescatadores y bajaron a tomar una bebida caliente. A los pocos minutos, los dieciséis hombres cayeron súbitamente muertos.
Los médicos especializados en hipotermia conocen el fenómeno como el “shock de recalentamiento”. Se produce cuando la sangre que se había quedado fría pasa demasiado rápido al interior del cuerpo. En los casos más graves, la única salvación es sacar la sangre del paciente, calentarla y volverla a introducir en el organismo. Entre los expertos se resume con un viejo dicho: “no estás muerto hasta que estás caliente y muerto”.
Los especialistas también conocen otros fenómenos curiosos relacionados con el frío, como las alucinaciones de los escaladores o las personas que aparecen desnudas en la nieve y lucharon por quitarse la ropa hasta el último momento. Antes de morir, les asaltó un calor insoportable provocado por la dilatación de los vasos periféricos, que trataban de retener el calor.
Pero lo que mejor han aprendido los expertos es que el frío difumina la fina barrera que separa la vida y la muerte. Desde el punto de vista de la Física, el frío no es más que inactividad, o mejor dicho, ralentización del movimiento. Si alcanzáramos el cero absoluto, la actividad atómica cesaría por completo y no habría movimiento alguno. Aunque estamos hablando de bajar solo unos grados, esta ralentización del metabolismo podría explicar los casos de personas que sobreviven a pesar de haber estado congeladas y aparentemente muertas durante horas. Su actividad metabólica se ha reducido hasta niveles tan extremos que un mínimo consumo de oxígeno les permite sobrevivir.
“Hace diez años”, explica el bioquímico Mark Roth, “una esquiadora noruega quedó atrapada en una cascada de hielo y permaneció allí durante dos horas hasta que la pudieron sacar. Estaba extremadamente fría y su corazón no latía. Todo indicaba que había muerto congelada. Siete horas más tarde su corazón seguía sin latir, pero lograron revivirla y [con el tiempo] se convirtió en la radióloga del hospital que la salvó”.
Este científico neoyorquino lleva años investigando el fenómeno de la animación suspendida, un proceso que sirve a muchas criaturas, desde las bacterias hasta algunos reptiles, para ralentizar sus constantes vitales y sobrevivir durante largos periodos de letargo. Algo parecido se utiliza desde hace tiempo en los quirófanos para operaciones extremadamente delicadas, en las que se detiene el flujo sanguíneo y se enfrían los órganos y el cerebro durante largos minutos sin que sufran ningún daño.
Pero Roth y su equipo quisieron ir más allá y buscaron algún agente que provocara este estado de animación suspendida de forma directa. Y encontraron la respuesta en el ácido sulfhídrico, un compuesto que si se respira provoca que el sujeto quede en una especie de muerte aparente hasta que se ventila el lugar o se le coloca en un lugar donde pueda respirar aire puro.
Aunque es altamente tóxico, el ser humano lo produce en pequeñas dosis y está relacionado con la regulación de la temperatura corporal y el metabolismo de las células. Intrigados por sus efectos, Roth y sus colaboradores decidieron probar el ácido sulfhídrico en el laboratorio y pronto comprobaron que podía bajar radicalmente la temperatura de peces o ratones y después devolverlos a la vida sin que sufrieran ningún daño.
El siguiente paso es utilizar el ácido sulfhídrico como inductor de la animación suspendida en humanos de forma segura. Las primeras pruebas con personas ya han comenzado y puede que pronto se anuncien resultados. La idea de Roth es aplicar la sustancia para víctimas de accidentes o personas que tengan un fallo orgánico repentino. Una sustancia que ralentizara su metabolismo permitiría ganar tiempo y que llegaran al hospital sufriendo el menor daño posible. En el horizonte se atisba un futuro en el que podremos enviar seres humanos en estado de hibernación a las estrellas. De momento, Roth aspira a un objetivo más próximo y nada desdeñable: la posibilidad de salvar miles de vidas.
Libro de Notas: No estás muerto hasta que estás caliente y muerto
Los médicos especializados en hipotermia conocen el fenómeno como el “shock de recalentamiento”. Se produce cuando la sangre que se había quedado fría pasa demasiado rápido al interior del cuerpo. En los casos más graves, la única salvación es sacar la sangre del paciente, calentarla y volverla a introducir en el organismo. Entre los expertos se resume con un viejo dicho: “no estás muerto hasta que estás caliente y muerto”.
Los especialistas también conocen otros fenómenos curiosos relacionados con el frío, como las alucinaciones de los escaladores o las personas que aparecen desnudas en la nieve y lucharon por quitarse la ropa hasta el último momento. Antes de morir, les asaltó un calor insoportable provocado por la dilatación de los vasos periféricos, que trataban de retener el calor.
Pero lo que mejor han aprendido los expertos es que el frío difumina la fina barrera que separa la vida y la muerte. Desde el punto de vista de la Física, el frío no es más que inactividad, o mejor dicho, ralentización del movimiento. Si alcanzáramos el cero absoluto, la actividad atómica cesaría por completo y no habría movimiento alguno. Aunque estamos hablando de bajar solo unos grados, esta ralentización del metabolismo podría explicar los casos de personas que sobreviven a pesar de haber estado congeladas y aparentemente muertas durante horas. Su actividad metabólica se ha reducido hasta niveles tan extremos que un mínimo consumo de oxígeno les permite sobrevivir.
“Hace diez años”, explica el bioquímico Mark Roth, “una esquiadora noruega quedó atrapada en una cascada de hielo y permaneció allí durante dos horas hasta que la pudieron sacar. Estaba extremadamente fría y su corazón no latía. Todo indicaba que había muerto congelada. Siete horas más tarde su corazón seguía sin latir, pero lograron revivirla y [con el tiempo] se convirtió en la radióloga del hospital que la salvó”.
En el invierno de 1980, dieciséis pescadores daneses fueron rescatados después de pasar una hora y media en aguas del Mar del Norte. Todos ellos caminaron por su propio pie por la cubierta del barco, charlaron con sus rescatadores y bajaron a tomar una bebida caliente. A los pocos minutos, los dieciséis hombres cayeron súbitamente muertos.
Los médicos especializados en hipotermia conocen el fenómeno como el “shock de recalentamiento”. Se produce cuando la sangre que se había quedado fría pasa demasiado rápido al interior del cuerpo. En los casos más graves, la única salvación es sacar la sangre del paciente, calentarla y volverla a introducir en el organismo. Entre los expertos se resume con un viejo dicho: “no estás muerto hasta que estás caliente y muerto”.
Los especialistas también conocen otros fenómenos curiosos relacionados con el frío, como las alucinaciones de los escaladores o las personas que aparecen desnudas en la nieve y lucharon por quitarse la ropa hasta el último momento. Antes de morir, les asaltó un calor insoportable provocado por la dilatación de los vasos periféricos, que trataban de retener el calor.
Pero lo que mejor han aprendido los expertos es que el frío difumina la fina barrera que separa la vida y la muerte. Desde el punto de vista de la Física, el frío no es más que inactividad, o mejor dicho, ralentización del movimiento. Si alcanzáramos el cero absoluto, la actividad atómica cesaría por completo y no habría movimiento alguno. Aunque estamos hablando de bajar solo unos grados, esta ralentización del metabolismo podría explicar los casos de personas que sobreviven a pesar de haber estado congeladas y aparentemente muertas durante horas. Su actividad metabólica se ha reducido hasta niveles tan extremos que un mínimo consumo de oxígeno les permite sobrevivir.
“Hace diez años”, explica el bioquímico Mark Roth, “una esquiadora noruega quedó atrapada en una cascada de hielo y permaneció allí durante dos horas hasta que la pudieron sacar. Estaba extremadamente fría y su corazón no latía. Todo indicaba que había muerto congelada. Siete horas más tarde su corazón seguía sin latir, pero lograron revivirla y [con el tiempo] se convirtió en la radióloga del hospital que la salvó”.
Este científico neoyorquino lleva años investigando el fenómeno de la animación suspendida, un proceso que sirve a muchas criaturas, desde las bacterias hasta algunos reptiles, para ralentizar sus constantes vitales y sobrevivir durante largos periodos de letargo. Algo parecido se utiliza desde hace tiempo en los quirófanos para operaciones extremadamente delicadas, en las que se detiene el flujo sanguíneo y se enfrían los órganos y el cerebro durante largos minutos sin que sufran ningún daño.
Pero Roth y su equipo quisieron ir más allá y buscaron algún agente que provocara este estado de animación suspendida de forma directa. Y encontraron la respuesta en el ácido sulfhídrico, un compuesto que si se respira provoca que el sujeto quede en una especie de muerte aparente hasta que se ventila el lugar o se le coloca en un lugar donde pueda respirar aire puro.
Aunque es altamente tóxico, el ser humano lo produce en pequeñas dosis y está relacionado con la regulación de la temperatura corporal y el metabolismo de las células. Intrigados por sus efectos, Roth y sus colaboradores decidieron probar el ácido sulfhídrico en el laboratorio y pronto comprobaron que podía bajar radicalmente la temperatura de peces o ratones y después devolverlos a la vida sin que sufrieran ningún daño.
El siguiente paso es utilizar el ácido sulfhídrico como inductor de la animación suspendida en humanos de forma segura. Las primeras pruebas con personas ya han comenzado y puede que pronto se anuncien resultados. La idea de Roth es aplicar la sustancia para víctimas de accidentes o personas que tengan un fallo orgánico repentino. Una sustancia que ralentizara su metabolismo permitiría ganar tiempo y que llegaran al hospital sufriendo el menor daño posible. En el horizonte se atisba un futuro en el que podremos enviar seres humanos en estado de hibernación a las estrellas. De momento, Roth aspira a un objetivo más próximo y nada desdeñable: la posibilidad de salvar miles de vidas.
Libro de Notas: No estás muerto hasta que estás caliente y muerto